Nuestras calles (VIII): Frida Kahlo
por N. Romero el 01/04/2017
Mujer, artista, feminista, bisexual, de izquierdas, con eternos problemas de salud, con discapacidad física y una vida tortuosa y muy complicada... Frida Kahlo lo tenía todo para no pasar desapercibida más allá incluso de su valorada y controvertida obra pictórica. Muchos han oído su nombre, incluso reconocerían su peculiar imagen, pero pocos saben todo lo que hay detrás de este icono del siglo XX.
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón nació en México en 1907, y tuvo una infancia muy complicada tras enfermar de poliomielitis con cinco años. Esto la postró largas temporadas en cama, y fue su padre quien la apoyó en sus duras sesiones de rehabilitación y ejercicio físico, lo que unido al desapego materno contribuyó a establecer una estrechísima relación con él, favorecida además por la empatía surgida por el hecho de sufrir el padre graves ataques epilépticos. Nadie mejor que Frida para comprender el sufrimiento paterno.
La polio le impidió relacionarse con normalidad con niños de su edad, las largas temporadas de cama y soledad se vieron agravadas tras sufrir un accidente el autobús escolar en que viajaba, a la edad de 18 años, que le ocasionó numerosas fracturas de columna, pelvis, y lesiones en otras partes de su maltratado cuerpo que tendrían influencia muy negativa en sus deseos e intentos posteriores de ser madre. Fue un milagro su supervivencia, pero fue también el inicio de su extraordinaria carrera artística. Hubo de mantenerse inmovilizada y encamada durante meses, lo que aprovechó para comenzar a practicar la pintura, realizando así sus primeras obras.
"Frida y Diego Rivera" (1933)
En 1929, cuatro años después de su accidente, conoce a Diego Rivera, pintor e intelectual mexicano de gran relevancia ya por aquel entonces. Su matrimonio fue una etapa de idas y venidas, de amor y de odio; de infidelidades por parte de él, incluso con una de las hermanas de Frida, y por parte de ella; de embarazos malogrados; de viajes y de inmersión en círculos culturales e intelectuales en México y Estados Unidos, donde residieron entre 1931 y 1934, en parte como "escape" por la presión que sufrían los pensadores de izquierdas en México en aquellos años.
Todo esto no hizo sino evolucionar su pintura hacia temáticas más oscuras o simbólicas, con un gran arraigo de las temáticas tradicionales de la cultura popular y las creencias propias de su país. Pinturas en ocasiones de difícil interpretación que definen la complicada personalidad de su autora, marcada sin duda por sus extraordinarias vivencias. Su técnica pictórica tiene difícil encasillado, si bien hay coincidencias en calificarla como surrealista con elementos expresionistas.
Tras volver a México, Frida empieza a exponer su obra de manera habitual y empieza a recabar los primeros reconocimientos internacionales. Llega incluso a relacionarse con Picasso en alguno de sus viajes para exponer en París. Comenzó a ser foco de atención de los principales críticos de la época y tema de conversación en numerosos círculos intelectuales, muchos vinculados a ideologías comunistas. Esto le facilitó mantener contacto y una relación sentimental con Trotsky, exiliado entonces en México y residente en la casa de Frida en Coyoacán. Tras su asesinato a manos de Ramón Mercader, Frida fue inicialmente acusada y detenida por ello, aunque finalmente exonerada.
En 1939 se divorció por primera vez, volvió con Diego poco después, hasta que finalmente se rompe la relación de pareja, pero no la artística y social. Durante varios años compartieron aventura intelectual y se movían juntos por los diferentes círculos artísticos, compartiendo incluso viajes. Una relación de amor y odio, de quiero y no quiero, de voy y vengo, pero muy fructífera, sobre todo para ella, pues empieza a recibir gran reconocimiento en Estados Unidos. Desde ahí hasta su muerte en 1954 no dejó de tener serios problemas en su salud, continuos internamientos, algunos muy prolongados y con terribles secuelas, como la amputación de una pierna. Sus traumas físicos ya pasaban factura a su equilibrio psicológico, llegando a intentar el suicidio.
Finalmente llegó el desenlace de forma supuestamente natural, puesto que no se realizó autopsia y nunca hubo causa oficial de la muerte. Sus cenizas reposan en su casa museo en Coyoacán, junto a su último lienzo, firmado con un expresivo "Viva la vida". ¿Y su epitafio? Lo dejó escrito en su diario: "Espero alegre la salida y espero no volver jamás".
"Viva la vida" (1954)
Símbolo de superación, de feminismo, de amor por la vida, de lucha y de defensa de ideales, de determinación, coraje y fe, no fe religiosa, sino fe en las posibilidades de las personas que realmente se proponen algo... de vida vivida con una intensidad extrema, para bien o para mal, pero muy intensa. Su vida ha sido llevada al cine (recordemos la interpretación de Salma Hayek), a la música (múltiples artistas le han dedicado canciones), a la literatura. Referente e icono para muchos, quizá muy a su pesar, o no, ya no lo sabremos. Nos quedamos con lo que fue, y es.